Da igual, no importa si tienes que ir a trabajar, si has quedado para tomar algo un sábado por la tarde, ir a la playa el domingo, ir de shopping o bajar a por la barra del pan. La duda siempre está ahí, ¿qué me pongo? Y, si no es esta duda, he recopilado otros pensamientos y situaciones que suelen darse en el momento de vestirse, a ver con cuál de ellas te sientes más identificada o con todas.
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Mientras te duchas por la mañana o alargas la alarma 5 minutos más… piensas: “creo que hoy me pondré la blusa blanca, ¿o está por planchar? ¡Seguramente hay otra colgada en el armario!”
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Te dispones a imitar el look de tal famosa, parecía muy simple: una falda vaquera, una camiseta de rayas y unas zapatillas blancas. Pero, al mirar en el armario… la falda es de algunas temporadas atrás y ya no te vale, la camiseta a rayas no te acaba de convencer y, de todo el look, acabas llevando solo las zapatillas blancas.
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Tras darle muchas vueltas, te plantas delante del armario, sigues mirando, rebuscas y horror: “¡no tengo nada que ponerme!”. Esos vaqueros te aprietan demasiado, no encuentras con qué combinar la camiseta que te compraste el otro día… Conclusión: “tengo que ir de compras”.
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Cuando por fin encuentras una parte de arriba que ponerte, piensas con qué parte de abajo combinarla, pero justo aquello que te ibas a poner está en la lavadora. ¡Vaya! Ahora toca volver a empezar desde el principio y encontrar un nuevo look.
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Antes de ponerte ese vestido, piensas: ¿me lo puse ayer? ¿Puedo repetir o alguien de los que voy a ver hoy ya me han visto esta semana con él?
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Una vez encuentras el look definitivo, te vuelves a mirar al espejo y empiezas a sacarte defectos: se me ven los michelines, se me ve demasiado culo, los brazo anchos, las piernas también… ¡Qué cruz! Y acabas optando por un look ancho con el que no se vea nada. Pero, ¿estás segura de que es la mejor opción?
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Al final, acabas llevando ese look comodín, con el que seguramente pases calor, pero te siente segura.